El amor y el odio

9 10 2013

Mientras cinco jóvenes trastornados profanaban la Iglesia de San Ignacio, entre el sábado y Domingo 2.500.000, personas -en su mayoría jóvenes- caminaban, haciendo un verdadero sacrificio a Dios a los pies de la Virgen de Lujan.

Quisiera mirar la realidad desde este binomio: “el odio de pocos”, que suele ser una gran noticia para los medios y “el amor de muchos” que suele pasar de largo ante la indiferencia de los que comunican.

Cuando uno visita una Catedral Europea, visita un espléndido monumento, valora sus obras de arte y casi la única presencia viva -perteneciente al lugar- es una tienda de recuerdos con el sonido de su caja registradora y el personal de vigilancia, es raro ver a algún clérigo en el confesionario y menos gente rezando. Por lo general la misa se celebra en algún rincón oscuro o capilla lateral con alguna persona mayor y escasa o nula presencia de jóvenes.

El sábado de madrugada me venía esta imagen al corazón, mientras ingresaba con alguno de los jóvenes de la Pastoral Universitaria en medio de una multitud apretujada, a la Basílica de Luján. Todos los confesionarios estaban ocupados por sacerdotes, con colas de gente esperando para confesarse, había bendiciones adentro y misa afuera en la plaza durante toda la noche. El sonido es el de los pasos cansados, casi arrastrados, el de los pies mezclado con los cantos religiosos. Me impresiona ver los rostros de la gente, a veces no dicen nada pero sus miradas  y sus lágrimas de emoción hablan mejor que mil palabras. Como le gusta decir al Papa Francisco se siente un olor a oveja penetrante, olor a sudor ofrecido que se ha vuelto oración personal y sacrificio agradable al Padre, mejor que el olor a incieso.

En la Basílica neo gótica de Lujan el olor del pueblo estaba mezclado con el olor a Pastor. Encontrarse con cientos de sacerdotes, seminaristas y religiosas que no “balconean la vida” sino que están metidos en medio del pueblo, animando su fe y nutriéndonos de ella, es una experiencia esperanzadora.

Sin embargo sigue siendo noticia para la prensa el odio de los pocos: los que insultan, los que cortan calles, los que rompen, los que matan. Distinto hubiese sido si por ejemplo, el techo de la Basílica se hubiese caído sobre nosotros, ahí si hubiese sido noticia. Que buen servicio mediático tiene Satanás.

Si uno no participara de estas cosas tendería a pensar que todo está perdido pero gracias a Dios no es así. Son más los de la mayoría silenciosa que quieren estudiar, que los que toman escuelas y destruyen nuestros edificios públicos. Mas los que deciden traer un hijo al mundo para amarlo, que los que deciden terminar con la vida de los demás. Mas los que se ganan el pan con el sudor de la frente, que los que salen a robar. Mas los que cuidan a sus hijos, que los que los abandonan. En una homilía sin referencias a la realidad política del país y eminentemente religiosa, Mons. Poli, Arzobispo de Buenos Aires, afirmó que «la fe nos hace descubrir el amor de Dios y viene de la mano de la esperanza». Como no hablo de política, seguro tendrá poca prensa. Somos más pero hacemos menos ruido y desfilamos alegres ante la mirada de Dios, el sabe mejor que los medios como es la verdadera realidad. El amor de muchos supera el odio de unos pocos.

Pbro. Guillermo Marcó


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